sábado, 25 de octubre de 2014

JURO POR MI HONOR


Los políticos juran o prometen sus cargos públicos sobre un honor que con el tiempo se demuestra que no tienen, o, tal vez sea que muchos, si  lo tienen, lo pierden cuando juran el cargo. Hasta es dudoso que crean en el infierno aquellos que ponen a Dios como testigo ante una Biblia o un crucifijo. Esto nos induce a pensar que las promesas que hacen, para ellos solo tienen  el valor de una  ceremonia de puro trámite. Parece que ya van convencidos que sus palabras no le comprometen a nada. Esto se desprende de la cantidad de gente con responsabilidades de gobiernos, de excelentísimos y honorables personajes, que con gran facilidad y sin sonrojase faltan a las palabras dichas en el ceremonial de las promesas.

 Entonces, repito, ¿para  qué vale esa formula de juramento que habla de honor y de conciencia? Si, en resumidas cuentas, eso no es impedimento para dejar de ser honrados en la primera ocasión que se presente.  ¡Y son tantos los que faltan a su palabra!

Admitamos que los seres humanos somos muy vulnerables a las tentaciones. Y no importa el status social, ni la cara, ni tampoco las promesas, ni siquiera el temor a las leyes y la pérdida de prestigio, para convertirnos en presuntos delincuentes o seguros condenados. Pero, eso sí, solicitando ser candidato a un indulto de los amigos.

Entonces, ¿qué garantiza esos juramentos o promesas? ¿Qué valor tiene la palabra de un político de nuestros días?