domingo, 20 de abril de 2014

ESCRIBIR UN LIBRO


Hubo un tiempo que la gente que tenía tiempo e inquietudes artísticas, pintaba cuadros, con flores, bodegones o la torre de su pueblo. Pintaban para la familia, para los amigos y para llenar de lienzo todos los rincones de la casa. Y si tenía influencias en el mundo de la cultura, aunque no fuese la de colores y pinceles, hasta les montaban exposiciones, y si no vendía, por lo menos eran noticia local el primer fin de semana. Y los que no eran famosos antes de pintar cuadros, pues seguían sin serlo; y los que ya lo eran, pues seguían siendo  igual de conocidos, porque la pintura no les dio más fama de la que ya tenían.

Aquel furor pictórico ha sido sustituido por el apasionante arte de la literatura, y es tal la fiebre, que una persona que no escribe un libro, ni es importante ni tiene justificado su paso por la tierra. Porque para la posteridad el nombre del autor se ve mejor en la portada de un libro que en el ángulo inferior de una pintura. Al fin y al cabo, eso importa más que el contenido.

¡Cuantas cosas tiene que decir la gente! Es verdad que tocan muchos temas, pero el principal, es la historia propia, ajena o de personajes muertos hace mucho tiempo, de esos que no pueden decir “esta boca es mía” Los más famosos o los más importantes cuentan sus experiencias; los más profesionales dan lecciones de política, de economía o de cocina moderna.  Lo importante es tener algo que decir, que en caso de apuros siempre habrá algún negro que de forma, embellezca y aclare las ideas del autor.

Será cuestión de pensarse eso de escribir un libro. Hijos, ya tengo; y árbol, he enterrado en la tierra una bellota con la esperanza que nazca una encina o un alcornoque.